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Patricia Pellegrini x Heriberto López / Bruselas - Bélgica

En la confluencia de dos artes, la pintura y la fotografía, Pellegrini es ante todo una artista de la espontaneidad y del accidente. En ella encontramos un modelo de expresión de rupturas y asimilaciones. El espectador tiene la impresión de estar ante una obra que se está haciendo ante sus ojos. Hay que detenerse, dejar que el ojo se acostumbre. El placer de visitar una exposición o una galería está en el desafío del ojo y la mirada ante el nuevo cuadro. El ojo piensa a su manera, de la misma forma que se dice la emoción es producto de la cultura y no del cerebro. En Pellegrini, lo pequeño, puesto que complejo, requiere una doble mirada, de un lado la mirada deudora de la técnica y del otro la que se sorprende ante el grafismo de carácter pictórico. La pintura y sus objetos están aquí en permanente  proceso. La expresión se encuentra aquí en el acto de desprenderse de sus géneros, de un lado la fotografía, del otro la pintura.

Sabemos que la foto es la huella exterior, como la sombra que se refleja en el agua, es decir, lo distante en su forma sensible e inmediata. Lo exterior, que es el fotón, llega a la película como lenguaje indirecto, abstracción de los objetos. El fotón es lo real, y vuelve al objeto irreal.

Esto que vemos, es un procedimiento del lenguaje; el punto de vista para la pintura o el objetivo para la fotografía, se unen en un sólo concepto, el de la profundidad de campo, mientras mayor es la distancia, mayor es la abstracción. El resultado de la búsqueda es una especie de plasticidad de lo interior. Pintura y fotografía trabajan aquí el sentido de la abstracción, gracias a las manchas que promueven las analogías y los indicios.

El cuadro de madera encierra al margen, el cuadro de madera se vuelve comentario, al detenernos en ellos, vemos que se trata de paisajes acotados por la sobre posición de indicios, una especie de paisaje de la interioridad, en donde las cartas y croquis nos hablan de intencionalidad, el problema fundamental de la expresión, la gota alquímica que hace posible la conviavilidad de los géneros, lo uno y lo otro, que antes aparecían separados, son aquí la unidad por los fragmentos, las flechas son letras, morfemas, indicios de los objetos, la exposición de estos trabajos invitan a dar un salto al otro lado sin pasar por las fronteras. De pronto es como si regresáramos a la Academia de Ciencias de 1839 y presenciar la discusión de Mesieures Biot y Aragó, diciendo que el experimento de  Monsieur Daguerre va a permitir la independencia visual de ciertas emociones; hoy, nos encontramos en un acto compartido de distancias estéticas entre pintura y fotografía o mejor aún, de un encuentro de la fotografía y la pintura en el paisaje interior.
La Casa de América Latina quiere igualmente agradecer la ayuda de la Embajada Argentina ante el reino de Bélgica por toda la ayuda y colaboración prestada para esta exposición.


Crítica de la obra de Patricia Pellegrini x Juan Carlos Gené

Solemos decir que Cristhel-K es una de las galeristas que suele equivocarse poco cuando invita pintores y pintoras a su galería, y en este caso se vuelve a confirmar esta idea porque está exponiendo Patricia Pellegrini, tuvimos oportunidad de ver la muestra, inclusive de dialogar con la pintora, cosa que normalmente nos interesa porque seguimos sosteniendo como lo hemos dicho muchas veces que un crítico es con relación al artista como dice el Evangelio que era San Juan con relación a Cristo (que no era capaz ni de atarse siquiera las sandalias que llevaba puestas) es decir que el crítico crea a su vez, en torno a lo que los creadores crean para que él critique, pero ellos son los dueños de las cosas y como tal siempre es interesante saber qué piensan, cómo se ven los pintores.

Patricia Pellegrini trabaja, comentábamos con ella, con una suerte de propensión hacia la imagen de Deira y cuando lo consigue, cuando está cerca de lo que Ernesto hacía, las figuras de Patricia Pellegrini ganan en generosidad plástica, pero tampoco se equivoca nunca y todo lo que hace es pintura, en algunos momentos amasa con cierta desesperación no ya forma sino colores, no puestos con un sentido así de tachismo o de acción paiting sino con un criterio un poco táctil que sin embargo desfigura la imagen, entonces uno descubre en la pequeña sala de Cristhel-K una pintora que pinta y como pinta va a seguir pintando y lo va a seguir haciendo bien.

Un nombre para tener en cuenta Patricia Pellegrini en Cristhel-K y una muestra digna de verse.

Juan Carlos Gené. / Buenos Aires- Julio de 1989


“Las pinturas de Patricia Pellegrini son paisajes que plantean una posición frente a la vida y al mundo. La artista utiliza varios códigos de representación a la vez: la fotografía, la fotocopia y la pintura. Ella capta paisajes con su máquina fotográfica, con una fotocopiadora amplia cada imagen borrando la definición de los contornos, y por último le suma la huella pictórica. Partir de la fotografía implica la pretensión de congelar un fragmento de pasado, un lugar que fue visto y palpitado, pero fundamentalmente que fue.
Las imágenes no son aleatorias, llevan consigo los recuerdos de infancia en Paraná, donde Patricia vivió cerca de 10 años y donde inició su camino por el arte.
La imagen fotográfica pasa por diferentes procesos, que la dinamizan y la cargan de significados. Cada paisaje es ubicado en el lugar de un fotograma de película, pero no se ve como un negativo, sino como un positivado ampliado sobre una tela. El espectador mira las fotos como un profesional examina un rollo en el laboratorio. El efecto de ubicar una imagen fotográfica al lado de la otra y a la vez, colocar los cuadros que la contienen uno junto a otro, convierten al conjunto en una especie de “road movie”, una película de carreteras; un viaje por distintos paisajes, siempre en movimiento. Virtualmente la imagen quieta se moviliza. La pintura pasa delante de nuestros ojos como las escenas de una película.
En los paisajes aparece el río, no hay personas pero sí huellas de humanidad; son terrenos semiurbanos, de naturaleza domesticada, donde el hombre dejó su impronta y se fue.
Una ausencia se repite en mi película”, es el nombre de la serie que presenta Patricia Pellegrini. Ausente -del latínabsens-tis, de abesse, distar o hallarse ausente- es el que está separado de una persona o lugar y especialmente de la población en que de ordinario se reside. Nuevamente aparece la idea de alguien que se desplaza y que se va, que ya no está. En la obra de Patricia se hace latente el movimiento del universo, el tránsito de los recuerdos y a la vez, la necesidad de detener un instante el flujo incesante de los acontecimientos mediante la taumaturgia del arte.
“Beatriz Viterbo murió en 1929”, dice Borges en El Aleph, y el universo impiadoso había comenzado una serie infinita de cambios. De la misma forma Patricia hace constatar en su pintura que todo cambia,  todo muta, como en una película en continuado y que, mientras tanto, se produjo una ausencia que los carteles de fierro de la Plaza Constitución no notificaron.......

JULIO SÁNCHEZ Licenciado en Historia de Arte.
Miembro de AACA/AICA. Enero de 1996.


Patricia Pellegrini

La esencia del arte detrás de cada fotografía, podría definirse con el nombre de Patricia Pellegrini. Su arte es la pintura sobre el trabajo de elaboración de la fotografía, anexando a esto el complemento de la fotocopia, en la conjunción de una técnica mixta lo que le permite elaborar en una obra su pasado, su presente y su vida.

Desde hace aproximadamente unos cinco años, la mencionada artista esta dedicando la mayor parte de su obra a los paisajes de lugares casi desiertos, inmiscuyendo casi, pasos de su vida personal en la obra, demostrando la esencia de su persona en la obra.

En el transcurso de su vida profesional realizó numerosas exposiciones en Buenos Aires y en varias provincias de nuestro país y en el exterior en Chile, Uruguay, España, Brasil, Alemania y EEUU dejando a su paso una larga lista de cuadros en exposición y de Galerías recorridas.

En sus más recientes obras se dedicó exclusivamente a mostrar la vida, los paisajes, las historias y la gente en sus cuadros como a través de una película que adquiere o pierde brillo de acuerdo al tema con el cual está trabajando.

Por esto la esencia del arte detrás de la fotografía podría definirse con el nombre de Patricia Pellegrini.

SOLEDAD VAIROLATTI / Crítica de Arte.
Julio 1996.


Patricia Pellegrini - Exposición Forum-Hotel. Proyecto Bruselas 2000.

Patricia Pellegrini ha expuesto para el público de Bruselas, un sobrio trabajo de fotos, mapas y colores que se inscriben en una cartografía pictórica para el año 2000. El hotel “Forum-Hotel” ha acogido con gran entusiasmo su proposición de arte para interiores, estas son nuestras impresiones.
Pellegrini usa cartas, fotos, mapas y croquis equilibrados en una intención de forma y color para afirmar sus gestos pictóricos. En los cuadros aparecen los lugares del viaje, unos reales, otros imaginarios, y es en esa brújula a la deriva donde se centra la perspectiva artística. Los cuadros están casi siempre contextualizados por formatos e imitaciones de formatos de película fotográfica; resalta el trabajo del margen terminado con cuidado académico. Bien orientado por cotas y dimensiones sobre fondo blanco.

Argentina, Bélgica, Buenos Aires y Bruselas, son los ejes presentados en azules con chorreados y manchas blancas por donde la luz comenta la película supuesta y velada, revelándonos así los rasgos comunes de trasiegos de una ciudad a otra. La visión del espectador es cuidadosamente encuadrada en una mirada académica, lo que produce en medio de la heterogeneidad la sensación de unidad y trabajo desde el centro. Las fotografías de lugares ya conocidos, tienen la virtud de descubrirnos nuevos ángulos y visiones que aparecen excepcionalmente únicos.

Pellegrini ha logrado, a partir de la película y del artificio fotográfico, una síntesis que va más allá del revelado, convirtiéndole celuloide en espejo, margen y comentario contextual. No olvidemos que la fotografía, a lo largo de los años, se ha convertido en una costumbre visual, una recurrencia para fijar lo que se desata y pierde, lo que soporta la memoria como producto directo de la luz.

En Pellegrini, hay una visualización dinámica entre pintura y material fotográfico. Sus cuadros en serie son degradaciones formales de lo estéticamente vivido, son transmutaciones y cambios del punto de vista ante el cuadro que al continuarse, crea, por su propia dinámica, el otro visual, gracias al margen.

Las fotografías, sometidas al dibujo paródico, pasan de ser imágenes de figuras precisas, a cierta movilidad de lo figurativo, en una tendencia hacia el concepto y la profusión de lo mínimo; la fotografía parece regresar a impresiones pre-fotográficas.

Las referencias visuales son a veces las de una historia local, en donde la imagen sirve de comentario a conjuntos y volúmenes destinaos a la intimidad. En esta pintura lo estético rescata lo social y las imágenes parecen irradiar desde una rosa de los signos emuladora de espacios.

En esta pintura se percibe al arte como un elemento más de la realidad. De esta manera, el arte puede ser habitado, en una especie de bien mueble espiritual definido por la mirada, creadora de un volumen para el ser-ahí que necesitamos.

En este trabajo artístico, el mundo ya no es extraño, y lo real no aparece separado de su intención fantástica, el mundo es, gracias a este arte, un movimiento en permanente transformación. Una casa antigua es, para la foto, un objeto de decantación, el paisaje del obelisco cruzado por líneas y cables es un simple “siempre ahí” del contexto, en tanto historia vivida por los habitantes de la ciudad.
Sus obras para “cuartos de hotel” son la connivencia perfecta entre arquitectura interior y arte. Debido al espacio cerrado, la obra se aleja del presupuesto de la instalación para convertirse en homenaje a lo efímero. Esta estética propone el placer de lo fugaz para el paso rápido del huésped en el cuarto de hotel.

El mecanismo-habitacional-arte es una bella propuesta o ventana sobre el nuevo milenio, Pellegrini nos ofrece una unión de la obra y el individuo total en el círculo de la contemplación.

Estamos ante la relación vivencial obra-individuo, contra obra-público; en este espacio obra-individuo, el huésped de paso tiene una ilimitada libertad de mirar, extasiarse y ser en su propia presencia un aspecto más del hecho estético destinado a la intimidad amable. El huésped encuentra por fin la soledad enriquecida, el espacio mudo y anónimo del tradicional cuarto de hotel es un lugar comentado, dialogal e intensamente personal. La obra de arte en el cuarto de hotel, no es un objeto parasitario sino habitáculo, mito donde la ermita desaloja al artista para convivir con la luminosidad, el reflejo y la presencia.

La fotografía (de lo real) de un lugar conocido, es, gracias al dispositivo del cuarto de hotel, un lugar imaginario, una particularidad de la realidad escapándose de ella misma hacia la afirmación de su sentido, el de ser una nueva realidad, como si se invirtiese el proceso de la imagen virtual y por una vez pudiésemos vivir “más acá del espejo”el lugar donde el Hacedor simboliza las cosas, sean ellas reales o imágenes mentales.

Ante el año 2000, Pellegrini, una artista que se sitúa en lo venidero.

Heriberto López. Casa de América Latina. Bruselas. Bélgica
Julio 1999.